domingo, 7 de agosto de 2022

Mount Panorama

 El Orgullo de Bathurst

Si eres o has sido alguna vez fanático de la automoción, la industria del automóvil, la competición o el Sim Racing tal vez -muy probablemente- conozcas un mítico circuito situado en la pequeña ciudad de Bathurst, en Nueva Galés del Sur, uno de los seis estados de la generalmente irrelevante pero siempre exótica Australia. El circuito del Monte Panorama o Mount Panorama Circuit es con toda seguridad el elemento más característico y definitorio de la modesta ciudad, que por cierto no supera los 40000 habitantes. Reconocido internacionalmente por cualquier aficionado avezado del automóvil de competición y la velocidad, este emblemático recorrido de largas rectas y sinuosas curvas ha sido testigo y anfitrión de incontables carreras y eventos memorables en su pista. Hogar de los 1000 kilómetros de Bathurst y las 12 Horas de Bathurst, el circuito de Mount Panorama es a sus 84 años uno de los grandes clásicos en la escena internacional. 

Los paisajes que se pueden ver desde Mount Panorama son dignos de postal. En la imagen puede apreciarse la icónica señalización del circuito con un espectacular fondo.

¿Por qué les estoy comentando esto de repente? Lo cierto es que no lo tengo del todo claro, aunque sí sé el mensaje que les quiero legar con esto. La ciudad de Bathurst, alejada de la bulliciosa Sydney por más de 200 kilómetros, es un enclave que para muchos permanecería desconocido de no ser por su mítica pista. Haciendo breves apuntes históricos, Bathurst, antes de ser lugar de culto del mundo del automóvil, fue una ciudad reconocida por su patrimonio cultural arquitectónico fuertemente influenciado por la Fiebre del Oro Australiana, periodo de la historia de dicho país que lo transformó para siempre haciendo que sus asentamientos dejasen de ser colonias penales para convertirse en ciudades progresivamente por el flujo de inmigrantes que venían buscando oportunidades. 

Hoy en día la influencia en la arquitectura de la Fiebre del Oro del XIX tardío sigue estando presente en los monumentos y elementos arquitectónicos más históricos de la ciudad, a cuyo desarrollo también contribuyó la llegada del ferrocarril por esa misma época y la actividad minera. No obstante, lo que puso a la ciudad en el mapa fue su legendario circuito. En el Siglo XXI, Bathurst, a menos que te hayas especializado en Historia Australiana o seas un fan en extremo de la geografía, te sonará por Mount Panorama. Si es que te suena, claro, porque entiendo que muchos de los que habéis acabado leyendo esto no teníais constancia de la existencia de dicha ciudad hasta ahora. No puedo culparles por ello, probablemente incluso vuestro pueblo tenga la misma o más población. 

Visitar la ciudad y sus monumentos históricos está bien y puede ser una actividad bastante recomendable, pero el mayor atractivo turístico del lugar siempre será su circuito. Mount Panorama es para Bathurst mucho más que una simple pista de carreras o una atracción turística más; Mount Panorama es un elemento característico, es un símbolo, una rareza. 

¿Se han parado ustedes alguna vez a considerar la belleza o el valor de lo extraño? Con frecuencia -pero no necesariamente- existe algo de llamativo en aquello que es exótico, extraño o simplemente raro. Algo que llama poderosamente la atención o despierta una curiosidad natural en el observador. Los sentidos son una herramienta traicionera y muy vulnerable al engaño y el error, pero también una fácil de maravillar o complacer. Ya se expuso en su día en aquel artículo de la autofobia como aquello que es distinto puede generar temor o incomodidad, pero lo cierto es que también puede suceder justo al contrario. Algo llamativo puede serlo para bien o para mal, y siempre en términos subjetivos, claro. 

Valorar debidamente lo que es raro -propio o ajeno- es algo que se debe aprender con el paso del Tiempo. Al final son tus rarezas las que definen quién eres y las que te convierten en alguien único. Por supuesto siempre existirá alguien que compartirá alguna de esas rarezas, pero con toda seguridad no habrá nadie que las comparta todas ellas. Por muy ajustado a la normalidad que sea algo o alguien, siempre presentará un elemento diferencial a veces muy oculto, o siempre tendrá un conjunto de rarezas y características que lo distinguirán del resto. Bathurst, por seguir con el ejemplo inicial, es una pequeña ciudad cuya característica más definitoria es su circuito. Pero claro, otras pequeñas ciudades tienen también circuitos. No obstante, ¿Cuántas de esas ciudades tienen también una arquitectura influida por la Fiebre del Oro? ¿Y el mismo clima? ¿La misma población? ¿La misma cultura? Así podría seguirse hasta el más ínfimo de los detalles, pero todo esto se puede resumir en una sola pregunta: ¿Cuántas tienen la misma identidad?

Hay muchos lugares que pueden tener una arquitectura parecida. Muchos que pueden tener un circuito. La misma cultura... Pero no existen dos lugares idénticos, de la misma forma que no existen dos personas idénticas. No puedes bañarte dos veces en un mismo Río y de hecho nunca pisas dos veces la misma Tierra. La fluidez es una característica presente en toda la naturaleza, incluyendo por supuesto aquello que te hace único. Tus rarezas, tus gustos y todo lo que forma parte de ti se ve envuelto en un sempiterno dinamismo del que no se puede salir de forma definitiva. Lo mismo con la ciudad de Bathurst, que no es la misma que era hace 50 años ni será la misma que ahora dentro de 50 años. Osaría decir, con mi audacia característica, que hoy no es la misma que ayer ni mañana será la misma que hoy. Tal vez el circuito sea el elemento más característico de Bathurst, pero no es el único y no puede por sí solo justificar la unicidad de la ciudad. Necesita de algo más. Y ese algo más son todas las demás características del lugar, que también cambia constantemente. La gente entra y sale de la ciudad. Aquello que la habita se mueve constantemente. Y cada paso por sus calles deja una huella a menudo invisible que siempre alterará el estado en el que se encontraba antes.

Los atardeceres en Panorama tienen una magia... única.

Una persona no es muy distinta en ese sentido de un lugar. Su aspecto físico también sufre cambios por cada momento que pasa. Sus rarezas son lo que define quién es realmente. Y como digo, incluso suponiéndose una persona perfectamente neurotípica, con comportamientos, actitudes, gustos, pensamientos y emociones lo más posiblemente ajustados a aquello considerado estándar o normal, siempre habrá algo que lo diferencia del resto por pequeño que sea. Si no es por los cambios que se producen en alguien, entonces es por sus propiedades únicas; si no es por sus propiedades únicas, será por los cambios. Incluso en un hipotético caso en el cual no se producen cambios, siempre existe una rareza diferencial. Al menos así es en la práctica, pero existen ciertos matices que, de forma efectiva, convierten a muchos lugares y personas en recurrentes, periódicos, repetidos... A veces el propio sistema incentiva una mente-colmena para determinados grupos de personas. A veces un determinado estilo o modelo se apodera del diseño y la estética de un lugar, haciéndolo muy similar o casi idéntico a otro. A veces son las tendencias y el entorno o contexto lo que define algo, y no sus propias características, sean raras o no. Para mi, aun siendo distintos, todos los mortales sois idénticos. 

Existe una hermosura especial en aquello que es raro. Y es una que, como toda hermosura, quizá no sea tal para muchos. A veces puede que no lo sea para nadie, o quizá es que aún no sepa valorarse. Muchos lugares y personas tienden a esconder o reprimir sus rarezas. Las ocultan y esconden temiendo el rechazo, la repulsa o el desprecio de aquello que les es ajeno. Mientras que, por el contrario, tratan de ofrecer algo más apropiado para el contexto en el que se encuentren, buscando complacer al entorno de ese momento tratando de obtener una efímera aprobación que tal vez nunca llegue a darse. Sacrificar, en resumen, la identidad propia para asumir la ajena. No creo que sea necesario ejemplificarlo, es... raro (tan afinado como siempre eh...) no haber presenciado casos que ejemplifiquen por sí mismos lo que les estoy transmitiendo.  

Tener personalidad es fácil, lo difícil suele ser no tener miedo a mostrarla. Por suerte o por desgracia no me pasa. Acepto todas y cada una de mis para nada escasas rarezas. Sin esperar, claro está, que lo haga alguien más, pues no merece la pena molestarse por algo que no puedes controlar. Si por algún casual eres alguien sumido en la duda o con temor a mostrarse tal y como es en realidad, entonces quizá deberías seguir el ejemplo de Bathurst, la pequeña ciudad cuya identidad, única como ella sola, se ha cimentado sobre una gran rareza acompañada de otras algo menores. Mount Panorama es el orgulloso estandarte de Bathurst, ¿Cuál es el tuyo? 

Mount Panorama o cómo aprender a aceptar las rarezas.

Conozcan ustedes amigos sus rarezas para poder conocerse a ustedes mismos. Entiéndanlas y acéptenlas. Al final son ellas las que atraen y atraerán la atención y el interés de quienes realmente conecten con ellas. Quien viaja lo hace buscando nuevas experiencias, emociones y conocimientos, también nuevos placeres y nuevas inspiraciones. Quien conoce a alguien nuevo lo hace buscando exactamente lo mismo. Pero eso se logra, curiosamente, aceptando e incluso potenciando aquello que te hace único. Aquel que visita París siente que debe ver esa estructura férrea tan única y característica. Aquel que visita Roma siente que debe visitar aquellos restos tan emblemáticos de civilizaciones pasadas que tanto definieron lo que dicha ciudad fue en el pasado. Es lógico que nadie visitaría un lugar en el que encontrará lo mismo que puede encontrar a tiro de piedra. Cada diferencia, pero también cada semejanza, cuenta. Siempre se buscará algo que resuene con uno mismo. Y eso incluye diferencias, pero también parecidos. 

Como ya se vio en Autofobias, lo que es excesivamente parecido no termina de conectar, pero lo que es excesivamente diferente tampoco. Solo aceptando toda rareza propia y ajena, además de todo parecido, será posible un mejor entendimiento de todas las cosas, tanto de las más distantes como de las más próximas. No temas a lo Desconocido, pero tampoco temas tu propio Reflejo. Recuérdalo siempre. Valora aquello que te hace único, pero también aquello que te acerca a alguien más. ¿Cuál es, pues, vuestro particular Mount Panorama?

Nosce Te Ipsum, antes de que el Tiempo te impida hacerlo. 

Hasta la próxima entrada, mortales. 

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