lunes, 28 de diciembre de 2020

¿Cómo arreglamos esto?

Recuperar el Alma

Últimamente se habla mucho de varias cosas en el planeta fútbol, y una de las más polémicas es la creación de la famosa Superliga Europea. Por lo general esta es una cuestión que divide al aficionado, que como ya saben es un aspecto fundamental de este deporte no solo en lo emocional sino también en lo económico y cultural. Por lo general antaño la inmensa mayoría de los aficionados se mostraba contraria a esta idea, pero con el paso de los años esas proporciones en las posturas han cambiado lentamente hasta estar en nuestros días más o menos equilibradas entre aquellos que no quieren oír hablar de la Superliga y aquellos que por otro lado sí que quieren, por motivos diversos, que esta Superliga acabe naciendo. 

Aunque parezca que esto de la Superliga es algo relativamente nuevo lo cierto es que es una cuestión que se lleva planteando desde hace décadas. A principios de los 90 (¿Qué pasa con esa fecha últimamente?, con el K-pop también salió mucho) ya salió el tema y ya se habló del concepto. Básicamente porque a los grandes clubes de las grandes ligas -empujados por su ambición respecto a ingresos por derechos televisivos y otro tipo de cuestiones y glorias- no les hacia gracia jugar contra equipos más humildes o de ligas más pequeñas, y mucho menos que esos equipos humildes les ganasen títulos. Por citarles algunos casos en los que equipos más modestos ganaron el título: Steaua de Bucarest (v. Barcelona, 1986), Aston Villa (v. Bayern Munich, 1982), Estrella Roja (v. Marsella, 1991) o Hamburgo (v. Juventus 1983). Por no hablar de las Champions ganadas por Oporto, Benfica, Feyenoord, Celtic o Nottingham Forest. 

Los chicos del Estrella Roja levantan su orejona de principios de los 90. Ni que decir hay que repetir esta imagen hoy en día, a poco de cumplirse 30 años de aquello, es completamente impensable. Ni el Estrella Roja ni ningún equipo de su nivel podría hoy en día lograr tal cosa.

Ellos entendían que era mucho más beneficioso para ellos jugar partidos entre sí porque generarían una mayor cantidad de ingresos con ellos e impedirían que hubiese invitados inesperados en el palmarés de la Champions League. Por supuesto esa lógica es desde su perspectiva encomiable, ¿Pero dónde queda el alma de este deporte? ¿Dónde quedaba la posibilidad de que un equipo pequeño y humilde ganase el trofeo de campeón de campeones frente a uno de los gigantes de Europa? ¿Qué iba a ser de los equipos que accedían al torneo desde las ligas más pequeñas? 

Todas estas preguntas y muchas otras se la sudaron a los grandes clubes, que presionaron hasta que consiguieron aquello que querían, una reforma del formato de la Champions League para que les beneficiase. Algo parecido a lo que pasó por esas misma fechas a la First Division inglesa antes de convertirse en la Premier League. Todo fueron maniobras de marketing orquestadas por los mayores clubes de la época para consolidarse como una suerte de oligarquía futbolística intocable con una serie de beneficios respecto a los demás clubes de sus competiciones, ya fuese la nueva Premier League o en el caso de Europa el nuevo formato de Champions League. 

Con este nuevo formato la Champions -que es la que nos importa ahora mismo- perdió y ganó, aunque queda a juicio de cada uno elegir si fue a partes iguales o no. Por una parte todos los partidos empezaron a ser partidazos gradualmente, cada vez era más frecuente ver un partido entre un equipo de la Serie A y uno de la Premier o uno de la Bundesliga y otro de la Liga mientras que por otra parte ya no se veían tantos partidos de un equipo Premier o Serie A contra uno de la liga serbia, austriaca o griega, por ponerles un ejemplo. Aun así habría algunos años sorprendentes después de la reforma, como aquel en el que una buena generación de jugadores del Marsella llevó al equipo a la cima o el mítico año del Oporto de Mourinho. Más allá de esas dos excepciones, el resto de campeones desde 1992 han sido absolutamente todos ingleses, españoles, italianos o alemanes. No ha habido nada más. Y los cupos ocupados en la fase final del torneo han estado cada vez más cubiertos por solamente equipos de las cinco grandes ligas, hasta el punto de que ya es casi imposible que equipos como el Panathinaikos (que tuvo su momento de gloria a finales de los 90, ganando un partido en semifinales al Ajax) lleguen a esas instancias de la competición. Habrá quien encuentre esto entretenido, y a quienes les guste el fútbol desde la postura más analítica posible ver jugar a los mejores entre sí constantemente debe ser una delicia absoluta, pero esto implicaría no ser fanático de ningún club, o al menos no sentir mucho los colores. Y también habrá quien -siendo fan de uno de los grandes clubes- disfrute como un enano de ver jugar a su equipo contra un Poderoso rival. ¿Pero y los que apoyan a sus clubes locales o siguen a equipos más pequeños? Pues les toca bailar con la más fea, antes al menos tenían la Intertoto y la Recopa, pero ya ni eso. 

Hasta el Fulham, sí, el Fulham, pudo ganar su intertoto en su momento. Era un torneo en muy malas fechas, pero tenía su gracia y oye, al menos cuenta en el palmarés como oficial. Además era muy simpático, podían ganarlo hasta los equipos más pequeños.


Una de las cosas buenas que sí que trajo este nuevo formato de torneo es que en un principio consiguió un modelo de competición más igualitario para evitar las tiranías o dominios de ciertos clubes como el del Real Madrid en los 50, el Inter y el Benfica inmediatamente después o los clubes ingleses entre los 70 y los 80. Digo que lo consiguió en un principio porque al final estos dominios absolutos en la competición se han visto reemplazados por otros, o por el mismo que hubo en su día incluso. El Real Madrid domino la competición durante la entrada al nuevo milenio y de nuevo durante la última década de forma aplastante con cuatro títulos en cinco años, el Barcelona ha conseguido 4 de sus 5 títulos en los últimos 15 años, el Bayern se ha llevado tres títulos en 20 años y el United o el Milan se llevaron dos en menos de 10 años. Vamos, que al final el nuevo formato no ha servido para nada mas que para separar aun más a grandes y pequeños, perpetuar la oligarquía de los mismos clubes de siempre y quitarle algo de magia y sobre todo mucho de espíritu a la Champions League. 

La superioridad de algunos equipos es aplastante. Si se fijan, los escudos son siempre los mismos. Y también pueden apreciarse dominios absolutos como los del Madrid, el Ajax o el Bayern.

De todos modos y por lo que sea parece que estas reformas ya han llegado al agotamiento y ahora los grandes clubes han vuelto a la carga con el proyecto de la superliga, que ya lleva siendo un tema recurrente desde que empezó la última década hasta hoy. La lógica lleva a pensar que, de nuevo, es por una cuestión de ingresos, pero esta vez las intenciones de los grandes clubes son incluso más duras. La idea pasa ya por dejar de lado tanto la Champions como los campeonatos nacionales porque estos ya no resultan tan atractivos o interesantes como antaño y por tanto ya no generan tantos ingresos por derechos televisivos, venta de entradas y demás cuestiones. Realmente es la puntilla para que el fútbol pase a ser un negocio de forma total. 

Y es aquí cuando debemos preguntarnos ¿Cómo arreglamos esto?. Mi respuesta es sencilla: dejen nacer la Superliga. Sí, así es, yo soy de los que se muestran a favor de la Superliga, y voy a soltar en esta entrada argumentos más que suficientes y convincentes para que aquellos que no comparten mi postura acaben al menos entendiéndola. 

Para empezar decirles que efectivamente los campeonatos nacionales ya no tienen interés, exceptuando quizá la Premier League y últimamente ya ni eso viendo los aplastantes dominios del City y sobre todo del Pool en las temporadas más recientes, estando literalmente a decenas de puntos de sus competidores más cercanos. Pero a pesar de eso es la liga con más variedad de campeones en los tiempos recientes y con más movimientos en la zona noble de la tabla. Resumidamente la Premier es la única gran liga que todavía tiene un poco de alma, pero no se engañen porque también es un negocio y, si recuerdan lo dicho antes, se concibió como tal desde su misma creación como torneo. Fuera de la Premier no hay ningún tipo de emoción en ninguna liga. En la Liga Española si no es Madrid es el Barcelona y viceversa, con la probabilidad de que uno de cada diez años gane el Atlético. En Alemania solo juega el Bayern. En Italia solo juega la Juve. Y por supuesto en Francia solo juega el PSG. A veces da la sensación de que esta dinámica tan persistente va a cambiar, pero a la altura de Mayo las ligas están decididas y a veces por muchos puntos de diferencia para los equipos antes mencionados. De nada sirve que durante la primera vuelta haya algún equipo revelación si luego se desinfla y cae en el limbo de los segundones. Esto hace que haya una serie de equipos que se convierten en Eternos Aspirantes que nunca ganan nada. 

Este fue el mítico Borussia Dortmund que llegó a la final de la Champions contra el Bayern... para perderla por supuesto. Aunque tuvieron su momento de gloria en 1997 y alguna que otra liga han ganado, el Dortmund es un pelele en las garras del Bayern tanto en Alemania como en Europa. Si se fijan en esta plantilla estaba un Lewandowski bastante joven y el entrenador era Klopp, el cual, como cualquier entrenador, no es capaz de ganar nada si no es con una inversión de mínimo 500 millones por delante. Porque aceptémoslo, el éxito en este deporte se compra más de lo que se gana.

Para formar parte de este selecto grupo de clubes los requisitos son muy simples. Lo único necesario es estar siempre en puestos europeos en la tabla al final de temporada, estar entre las tres primeras posiciones en algún momento de la temporada, y de alguna forma no ganar nada nunca. Algunos equipos que se me vienen a la mente cuando pienso en este concepto son el Atlético de Madrid, el Borussia Dortmund y como no, mi Tottenham Hotspur. De alguna forma estos equipos, tienen un equipo bueno, un entrenador bueno y una afición buena, pero existe un gen perdedor en su ADN, algo que los lleva a asfixiarse en los momentos decisivos, a ser pierdefinales por definición y a verse superados siempre en mentalidad y hambre, ya sea por ese ADN perdedor o por el vértigo y falta de costumbre en escenarios importantes contra rivales de cualquier tipo sin importar que sean superiores o inferiores sobre el papel. 

Imagínense lo dura que es la vida de un hincha de estos equipos. Existen momentos dulces que terminan en la amargura. Y es esta sensación agridulce que dejan la que acaba definiéndolos. Pero si esto es agridulce, imagínense por un momento como debe ser la vida para un hincha de un equipo que ni siquiera pelea por puestos europeos y que, para más inri, tampoco pelean por la salvación. Hablo de los equipos Media Tabla. Esos equipos que cuando empieza la temporada ya sabes que no van a conseguir nada, pero que tienen la permanencia asegurada. Simplemente juegan por jugar sin nada por lo que pelear, porque al menos si tuvieras riesgo de descender algo de emoción habría. Estos equipos, habituales de las posiciones de la 6 a la 15, viven en una perpetua calle de la amargura. Ser hincha de estos equipos es el verdadero sufrimiento, porque implica ser consciente de que no hay nada de interés en los partidos que se juegan o autoengañarse pensando que el equipo puede ir a Europa aun siendo completamente inferior en presupuesto y plantilla a los de arriba. Vamos, lo que viene siendo un quiero y no puedo. 

Por si ser equipo ascensor y media tabla no era suficiente el Betis acabó transformándose entre una cosa y otra en equipo meme. En su día fue un equipo fuerte en España, pero tras una serie de catastróficas gestiones acabó en la medianía con algún descenso y ascenso ocasional. Al menos suele granjearse la simpatía del público gracias a su capacidad meme. Entre joseo y joseo como el que ven arriba se expande la palabra.

Más abajo solo quedan los que se saben descendidos. A menudo suelen ser equipos ascensor que viven con ello y les da igual. porque al menos se llevan la alegría del ascenso cada x años. Otros son equipos que suelen pelear por el puesto 17. Probablemente sean estos últimos junto con los que pelean por el sexto puesto o cuarto puesto los que mejor se lo pasan en cuanto a montaña rusa de emociones. Los demás a comerse los mocos. 

Por si fuera poco al acabar el año el reparto del dinero de los derechos está completamente descompensado en todas las ligas excepto claro la Premier League, que como dije es la única que todavía tiene su gracia seguir, y como tiene su gracia seguirla es la más vista y seguida del mundo, por lo que genera más dinero para los clubes y da lugar a un reparto más equitativo. En las demás el campeón y sus escoltas se llevan toda la pasta mientras que el resto se queda con las migajas. 

Esto parece una tontería pero año tras año contribuye más y más a separar a los clubes que ocupan la zona noble de la tabla con respecto a los demás, que no ven ni un duro. Así, los clubes ricos se forran y además reciben los suculentos premios extra que provienen de las competiciones europeas. Bajo esta premisa la situación no tiene mejora posible, y es por esto que la creación de la superliga podría ser lo que desatasque el problema. 

No voy a negar que resultados como este tienen mucha magia, y que con la Superliga quizá se perderían en el olvido, pero es un sacrificio que hay que estar dispuesto a realizar. Algunos entienden que la Superliga es un atentado al fútbol, pero no hay razones de peso para respaldar eso más que quizá esto que os estoy mostrando ahora mismo en imagen. Sí, por supuesto es algo increíble, pero no deja de ser puntual y relativamente intrascendente. Con el Liverpool y compañía fuera de la liga el Villa podría pelear el título, y cualquier fan del equipo preferiría eso a un solo partido.


Con la Superliga los acaparadores de la oligarquía futbolística que arrasan con todos los títulos se irían a enfrentarse entre sí en una sucesión de partidos de increíble nivel, mientras que por su parte los clubes humildes que se quedasen en sus campeonatos domésticos y nacionales tendrían por fin su oportunidad de pelear por algo más que quedar en la media tabla. Los aficionados de los grandes equipos verían siempre partidos de inmensa calidad, los aficionados de los eternos aspirantes podrían ver como estos dejan de serlo y los aficionados de los pequeños tendrán también su posibilidad de conseguir progresar e incluso lograr algún titulo con mucha más facilidad que ahora. El futbol volvería a tener alma, no sería un simple negocio en el que unos pocos clubes ganan absolutamente todos los títulos y solo se mueven por dinero, volvería la emoción, la igualdad y el interés a todos los campeonatos. 

Por paradójico o absurdo que suene la única opción de impedir que el fútbol se convierta en un negocio es dejar que lo haga, permitir que el fútbol sea un negocio para evitar que el fútbol sea un negocio. Seamos sinceros, el fútbol ya era un negocio en los 90, época que para muchos era mucho más emocionante y tenía más espíritu que la actual, y si se trata de evitar que nazca la superliga solo se retrasará lo inevitable, con el agravante de que los clubes grandes exigirán más reformas a la Champions League y a los campeonatos domésticos y estos no tendrá más remedio que seguir cediendo, por lo que este deporte acabará más arruinado moralmente de lo que ya está. Antaño, y habrá muchos que de esto no se acuerden o ni lo vivieran ya existía el famoso G-14, un organismo con los clubes más grandes de cada liga que se encargaba de presionar a UEFA y FIFA para que cediesen ante sus intereses, cosa que casi siempre acababan logrando. Ahora está su sustituta, la Asociación de Clubes Europeos (ECA), que probablemente también acabe consiguiendo lo que quiere. 

Por ello creo que es mejor dejar que pase lo que tenga que pasar con la Superliga antes que seguir modificando el formato actual para beneficiar a la élite y perjudicar a los demás. Ya se está hablando de reformas en la UEFA para la Champions, mientras que la FIFA ve con buenos ojos la Superliga y de hecho ya está trabajando en su nuevo modelo de Mundial de Clubes. Puestos a elegir creo que es mucho mejor que se cree definitivamente la Superliga y ni hacer leña del árbol caído ni esperar a que se junten el hambre y las ganas de comer.

Hace mucho Tiempo que seguir este deporte se convirtió en algo monótono e insípido. Con resultados predecibles, plantillas descompensadas, diferencias presupuestarias abismales y una continuidad desesperante. ¿Por qué no hay derecho a ver un título de liga del Betis, el Levante o el Granada? ¿Por qué no pueden el Aston Villa, el Everton o el Newcastle volver a levantar un título liguero? ¿No merecen el Atalanta, la Lazio o el Nápoles finalmente un título? Siempre ganan los mismos equipos, los demás solo se pelean por mirar más de cerca quién de los grandes lo hace. Remar para morir en la orilla, probablemente por una diferencia de puntos grande. 

La última liga del Everton fue en 1987. Cuando queramos darnos cuenta hará ya 40 años de aquello. En aquellos años no había caído ni el Muro de Berlín. No existía ni el internet como lo conocemos, ni los teléfonos móviles, ni realmente nada de lo que hoy en día tenemos tan normalizado. En realidad no hace tanto de aquello, vamos, menos de 40 años, pero sirve para que veamos entre líneas que el mundo se mueve bastante más rápido de lo que creen.

Asumiendo que esto pasase me gustaría que las plazas de Champions y Europa League las ocupasen por fin equipos más modestos, y que a su vez más equipos de las ligas pequeñas tuvieran el derecho a ir a estas competiciones. De hecho una de las reformas y propuestas que más me han gustado recientemente es la del nuevo campeonato que se estrenará el año que viene, la Conference League. A este campeonato irán equipos que acaben la parte más alta de la media tabla en las grandes ligas, que por lo general es la posición más disputada, y los que ocupen puestos altos en ligas más pequeñas. Presumiblemente en esta competición habrá algo más de espíritu que en las otras. El nivel será más parejo y las opciones de ganar de cada equipo estarán más igualadas. No sé que pensarán ustedes, pero yo veo que este esquema sería perfecto para arreglar la situación de este deporte en la actualidad y darle una configuración más sana, igualitaria y compensada que la que tiene en estos momentos, que parece estar ya agotada y no satisface realmente a nadie. 

En términos económicos tampoco sería muy disparatado. Los ingresos en realidad tienen probabilidades muy grandes de subir. Al estar los equipos que juegan mucho más igualados el interés en sus partidos crecería, y además sus aficiones podrían disfrutar con ellos. El efecto llamada es simple, si los partidos enganchan atraen publico, y cuanto más enganchen más público atraerán progresivamente. Quizá el primer año no sería excesivamente bueno en los balances económicos, pero a partir del segundo la situación sería mucho más próspera en todos los aspectos, incluyendo el más importante: Al fin se podría recuperar el Alma de este deporte. 

Incluso los puristas tendrían su momento de gloria, porque una situación así haría que varios clubes reforzasen sus canteras y los mercados nacionales de fichajes, haciendo que los equipos vuelvan a ser mucho más originales en su composición. Las posibilidades de progresar para los jóvenes serían mayores y aparecerían por ello más talentos en escena. 

No sé vosotros, pero veo pocos o ningunos puntos negativos en todo esto. Me siento tentado a decir que esto es una cuestión subjetiva y que es mi opinión, pero es que qué cojones, esto es lo mejor que podría pasarle al fútbol. Y a cualquier deporte de hecho. Que las élites oligárquicas que acaparan títulos se vayan al carajo a jugar entre ellas y que el resto pueda jugar tranquilo es sin duda un win-win. La élite jugaría entre sí en el pináculo de su respectivo acontecimiento deportivo y el resto lo haría en una situación de Justicia total, en la que por fin ganaría el mejor o el que más trabaje, y no el que más gaste o más suerte tenga. 

El que no lo quiera ver que no lo vea, pero espero que al menos alguno haya abierto los ojos. Sin más, hasta el próximo artículo, mortales. 


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